dimecres, 2 de març del 2022

L' Hermitage viatger

 






El Hermitage bombardeado tenía zonas en ruinas, y algunos visitantes recorrían las salas para ver los marcos, sin las pinturas. Los estancias destruidas del museo, por donde entraba el aire y el frío, se congelaron. La vida se convirtió en una huida de los bombardeos nazis, en un agobio de sirenas de alarma, pero el Hermitage helado mostraba sus salas, y quienes se quedaron en el museo no faltaron nunca a su trabajo. Organizaron unidades de defensa civil, en los sótanos del museo se abrieron doce refugios antiaéreos y llegaron a vivir en sus dependencias dos mil personas, hacinadas, en un increíble esfuerzo que dirigió el director Iosif Orbeli, que también vivió en el Hermitage. Los empleados del museo no abandonaron su trabajo científico, limpiaban, vigilaban los edificios, y guardaban con esmero las obras que no se pudieron trasladar a Sverdlovsk. Hasta celebraban veladas literarias y visitas comentadas. La resistencia organizó incluso espectáculos en el Teatro Alexandrinski.

En un esfuerzo sobrehumano, el 9 de agosto de 1942, día en que los nazis iban a festejar la victoria en el hotel Astoria, la Orquesta de la Radio de Leningrado interpretó en la gran sala (Bolshoi Zal) de la Filarmónica de Leningrado la Séptima Sinfonía de Shostakóvich. Los músicos estaban famélicos, demacrados. Muchos habían muerto y fueron sustituidos por soldados del frente que sabían tocar un instrumento e hicieron honor a la resistencia. Ese día, Karl Eliasberg dirigió la orquesta. Antes, había grabado un mensaje para la radio: “Shostakóvich escribió esta sinfonía cuando los miserables fascistas bombardeaban toda Europa, y todos creían que los días de Leningrado habían terminado. Pero esta actuación es testimonio de nuestra disposición para luchar, de nuestro coraje. Escuchen, camaradas”. Aquel día, hasta los soldados alemanes oyeron el concierto, porque los soviéticos instalaron altavoces dirigidos hacia sus trincheras. Cuando terminó la sinfonía en la gran sala de la Filarmónica, los asistentes tenían lágrimas en los ojos. (Amanecer del Báltico)

Està claríssim que no aprenem res i que la història es repeteix, segur que els russos no són tan dolents ni els ucranians tan innocents, ni Europa tan comprensiva, ni Estats Units tan benevolent ni la Xina tan neutral...les culpes i els interessos en els conflictes són difícils d'esbrinar, el que sí està clar és qui paga les conseqüencies de tot plegat. 

En un els viatges que vaig fer a la URSS, vaig anar a Kiev, només uns dies i em va semblar una ciutat trista plena de persones tristes, s'ha de dir que feia relativament poc de la desgràcia de Txernobil (només un parell d' anys). D'allà vam anar a Leningrad (Sant Petersburg ara), la diferència va ser tan bèstia!, aquí la vida fluía, es podia respirar, el cel no era una llosa pesant damunt dels nostres caps, potser era el mar no ho sé. El cas es que sempre vaig pensar que no se m'havia perdut res a Kiev i que no hi tornaria, tot el contrari de Sant Petersburg on hi tornaria ara mateix. 
Aquestes refexions ara em produeixen tristor perquè penso a les persones d'Ucraina i de Rússia que ho estan passant molt malament, de cop han passat al sac de les víctimes de les guerres actuals al món, que no són poques:


Suposo que el nostre esglai es deu al fet que aquesta nova guerra és la més propera a nosaltres, no físicament, em fa la impresió que Síria la tenim més a prop en quilòmetres, però la invasió de la república eslava la tenim més aprop culturalment i pel que fa a les fatals conseqüències.

Tot aquest "xorreo" m'ha vingut al cap en veure un punt de llibre que he rebut fa poc d'Holanda:



L'autor és John White Alexander, i el títol Relaxació. M'ha recordat a en Ramon Casas i m'ha semblat una obra molt subtil.

El que m'ha cridat l'atenció és d'on és aquesta obra. Actualment està a l'Hermitage d'Amsterdam. 

Hermitage Amsterdam organiza exposiciones sobre un tema seleccionado, dando por lo general dos exposiciones cada año. Todos los objetos de arte exhibidas son transportados desde el Museo Estatal del Hermitage en San Petersburgo, en primer lugar con un camión a Finlandia, y luego enviados al norte de Alemania, para ser traído en camión a Amsterdam. Después de las exposiciones, todos los objetos de arte tienen que viajar de nuevo a Rusia.

En llegir aquest fragment d' Amsterdam info, m'ha vingut al cap el setge de Lenningrad i l'esforç inconmensurable que va fer la població russa perquè el nazis no trobessin cap obra d'art al museu si aconseguien entrar a la ciutat.
També m'han vingut al cap  preguntes, com  quins interessos hi ha darrere aquestes obres viatgeres? el profit econòmic, en què reverteix? continuaran viatjant d'un país a un altre? que  dirien els heroics treballadors i  voluntaris soviètics d'aquest mercadeig?





5 comentaris:

  1. Muy bonito marcapáginas de una obra y un autor que no conocía.

    Un abrazo.

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  2. Interesante y muy oportuna reflexión, Roser. Coincido contigo prácticamente en todo.
    No he estado ni en San Petersburgo ni en Kiev, aunque el viaje a esta última lo tenía en mente por recomendación de un amigo y de una compañera de clase de alemán ucraniana. Supongo que desde el desgraciado accidente de Chernobyl, las cosas habían cambiado mucho por allí, porque ninguno de ellos dio la imagen de que Kiev fuera en la actualidad una ciudad como la que describes.
    Todas las guerras son reprobables y es muy triste que, incluso en casos así, hagamos diferencias y no sean tratados por igual los refugiados, según sean de Ucrania, Siria o Afganistán, por citar tres ejemplos recientes y que nos han afectado de forma más directa. Aunque hay muchos otros.
    El ser humano no aprende nada o no quiere aprender, no lo sé, pero a veces somos capaces de crear cosas muy bellas, como en el caso de esta obra y el marcapáginas correspondiente a ella.
    Me quedo hoy con esto.
    Ptnts

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  3. Me alegro de que Kiev no fuera en la actualidad como yo la recordaba, pero ahora van a tener tirsteza para rato. No estoy todo el día pegada a las noticias pero oigo retazos que me hacen temer que se llegue a una situación parecida a las de las republicas exyugoslavas que para mi es el paradigma de la maldad y de la hipocresía más bestia de esta parte que llamamos civilización occidental.
    Y tienes razón también en que por otra parte somos capaces de crear cosas muy bellas y de ser capaz de ser solidarios en momentos así. La imagen del soldado ruso al que alimentaban un grupo de ucranianos y que le permitían hablar con su madre para que ésta supiera que estaba con vida no tiene precio.
    Y la belleza de este marcapáginas me hizo recordar la cantidad de autores rusos, que apenas conocemos porque se quedaron en la URSS y no tuvieron proyección internacional, con una calidad de obra increible

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  4. Y la cantidad de autores extranjeros que pueblan sus pinacotecas.

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